viernes, 13 de junio de 2025

No es con ellos

Creo que necesitamos empezar a hacer una crítica más seria, más justa y más responsable.

Poner bajo escrutinio público a los hijos o hijas de quienes han ocupado cargos de poder —simplemente por ser sus hijos— es una forma muy equivocada, y profundamente injusta, de canalizar nuestro enojo frente al abuso del poder.

Y lo digo con total convicción, también como padre: las hijas e hijos, sean menores de edad, adolescentes o incluso jóvenes adultos, no son responsables de las decisiones que tomaron sus padres como funcionarios públicos. Aunque hayan crecido rodeados de privilegios, aunque se hayan beneficiado de lo que hoy se investiga o se denuncia, la responsabilidad sigue siendo de quien ejerció el cargo, no de quien nació o creció en esa familia.

Me preocupa especialmente cómo se ha normalizado burlarse del físico de uno de los hijos del expresidente. Y lo digo sin matices: hablar del cuerpo de una persona, de su aspecto físico, de cómo se ve, de su peso o su imagen, es absolutamente inaceptable. No importa si se trata del hijo de un expresidente, de un ministro o de cualquier persona. De los cuerpos no se habla. No se critican. No se ridiculizan. Ni en lo privado ni en lo público. Hacerlo es una forma de violencia, y cuando se normaliza, todos perdemos.

Me parece un error muy grave que pretendamos sustituir el debate político o la crítica institucional con la exhibición pública de familiares. Porque lo que terminamos haciendo no es justicia: es una especie de venganza social que desvía el foco de lo verdaderamente importante.

Si alguien abusó del poder, exijamos rendición de cuentas. Pero hagámoslo bien. Señalemos al responsable, no a su hijo o hija. Denunciemos el sistema que permitió el privilegio, no al adolescente que lo vivió. Hablemos de corrupción con pruebas, no con memes. Porque si no sabemos distinguir entre crítica legítima y linchamiento mediático, entonces estamos normalizando una nueva forma de violencia.

La democracia no se construye con linchamientos. Se construye con argumentos, con responsabilidad y con respeto a las personas. Especialmente a quienes no decidieron, no firmaron contratos, no desviaron recursos, no ocuparon el cargo.

Y antes de seguir señalando a los hijos, quizá convendría preguntarnos, con humildad: ¿qué estamos haciendo nosotros para cambiar las cosas?